La desconcertante prohibición de Interior y Policía
En medio de una creciente inseguridad ciudadana, por atracos, asesinatos, violaciones, robos a negocios, a transeúntes, a familias en su hogar, a ganaderos víctimas de cuatreros, a ciudadanos luego de retirar dinero del banco, la decisión de Interior y Policía de prohibir a los ciudadanos y ciudadanas portar un arma de fuego en lugar visible, enganchada al cuerpo, otorga una clara ventaja a los delincuentes que jamás acatarán tal prohibición.
Los recientes y cada vez más frecuentes escándalos que involucran a miembros de los cuerpos armados en bandas que atracan y trafican con drogas, revelan las debilidades que tienen como instituciones del orden para proteger a la población y a la nación. La gente siente esa desprotección, al extremo que para irse a caminar –ejercitarse- en las madrugadas o al final de la tarde, muchos lo hacen provistos de un palo, por si acaso.
Si mencionamos los largos apagones, el deficiente alumbrado público y el poco patrullaje, habría que convenir que no se ha escogido el mejor momento, las festividades navideñas, período, luego del Día de las Madres, de mayor actividad comercial y circulación de dinero, mientras la delincuencia luce audaz y bien apertrechada.
No dudo de las buenas intenciones del secretario Almeyda –evitar balas perdidas, excesos y la peligrosa mezcla de tragos y armas de fuego. Sin duda, el secretario de Interior es un buen hombre y está empeñado en hacer su trabajo, pero la medida desconcierta y no favorece la percepción que deben tener los ciudadanos y ciudadanas del gobierno y del Estado como protectores de vidas y bienes privados y públicos. En lugar de proveer seguridad, provoca lo contrario.
Personas con las que he conversado se resisten a creer que, precisamente en estos momentos, Interior y Policía dispusiera lo que ha dispuesto. "Tú estarás relajando", comentó uno que anduvo despistado estos días sin leer periódicos, cuando le confirmé la noticia.
Un lector de Perspectiva Ciudadana, cuya familia tiene colmados y centros de llamadas por la Charles de Gaulle, cerca de Los Trinitarios, negocios que manejan mucho efectivo, me escribió hace unos días pidiendo que hiciera público su desconcierto y el de muchos comerciantes que al salir de casa y regresar del negocio deben armarse de valor, estar ariscos todo el día, para no dejarse sorprender por ladrones y atracadores.
Guillermo Peña, que es como se llama el lector, dice que le parece válido el propósito "civilizatorio" de Interior y Policía de reducir la cantidad de armas en la calle. Sin embargo, le causa extrañeza, pues resulta, argumenta, que esa institución estatal es la que otorga permisos de porte y tenencia de armas de fuego. Angustiado, escribe que ellos no se pueden desarmar frente a un enemigo armado que acecha cualquier descuido o parpadeo para atracar y robar.
Tiene razón Guillermo. Mucha razón. La misma que tendrían ingenieros y productores agropecuarios que cargan todas las semanas mucho efectivo para pagar la nómina de sus trabajadores.
¿Dónde está el peligro, de dónde proviene la amenaza a la paz pública, de quienes tienen autorización de Interior y Policía para tener y portar armas o de aquellos que están y actúan fuera de la ley?
Desarmar será siempre un buen propósito, el asunto es quién desarma a quién y cuándo.
Etiquetas: Opinion
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