La Verdad

jueves, 22 de octubre de 2009

Jovencita con síndrome de Down fue violada y tuvo una niña que no puede cuidar ni mantener

Yo no encontré a la persona que lo hizo y cuando me vine a dar cuenta ya tenía tres meses de embarazo”. Quien habla es Ana Ramona Mezquita, que narra cómo su hija Ana María, que padece el Síndrome de Down, que fue violada por una persona que aún no ha sido identificada, y fruto de ese abuso nació una niña.

Con lágrimas en sus ojos, doña Ana Ramona explica los infortunios que ha tenido que padecer desde que supo del embarazo de la única hembra de los cinco hijos que ella y Jacinto de Jesús, su esposo, procrearon.

Cuenta que por recomendación de una doctora que atendió a su hija en Baní, de donde es oriunda, se dirigió hacia el hospital Maternidad Nuestra Señora de la Altagracia, en la capital, donde solicitó que se le practicase un aborto terapéutico a su hija porque su limitado desarrollo mental y físico le impedían asumir el rol de madre, además de que su embarazo era el fruto de una violación. Esta determinación la tomó a pesar de que es una cristiana de profundas convicciones.

“Muchas veces pensé que lo mejor era practicarle un aborto. En Baní, la doctora me decía que había un 80% de probabilidades de que la bebé no saliera normal. Yo le dije que si mi hija no corría peligro que saliera adelante con su embarazo, pero que si peligraba su vida yo estaba de acuerdo en se le hiciera un aborto terapéutico”, dijo.

Pero al llegar al hospital capitaleño, los médicos se opusieron porque la joven alcanzaba los tres meses de gestación y bajo el alegato de que estarían violando el Código Penal y otras leyes.

El Código Penal en su artículo 317 impone una pena de hasta veinte años de trabajos públicos y reclusión a “cualquiera que causare o cooperare directamente con la realización de un aborto”.

A esto se agrega la reciente modificación del artículo 30 de la Constitución que, una vez promulgada la Carta Magna, establecerá el derecho a la vida “desde la concepción hasta la muerte”.

La condición física y mental de Ana María le impide identificar a la persona que la violó. Según su madre, ella no puede hablar ni amamantar a la bebé porque ni siquiera está conciente de que es suya.

“Esta es una muchacha que hay que hacérselo todo, hay que bañarla, peinarla, lavarle la cabeza, vestirla, porque lo único que ella hace sola es comer”, señaló.

Ana Ramona explica que padeció muchas penalidades con su hija, ya que mientras ésta estuvo en cinta tenía que estar vigilándola constantemente para que no le hiciera daño a la criatura que esperaba. (Para fines de solidaridad, la familia puede ser contactada en los siguientes teléfonos 829-387-9797 y 809-397-2899).

“Yo cogí mucha lucha porque la tenía que estar vigilando todo el tiempo, porque ella se subía en cualquier cosa y se tiraba, se acostaba boca abajo, yo tenía que levantarme de noche para decirle: ‘mami así no te acueste así’, y salía corriendo y saltaba”, explica.

Asegura que Ana María es la primera paciente con síndrome de Down que pare en la Maternidad Nuestra Señora la Altagracia.

El drama de la familia
Doña Ana Ramona vive un verdadero drama de dólar y miseria: enferma de diabetes e hipertensión, con un esposo sin trabajo que padece de cálculo renal, un padre y una madre minusválidos, una abuela en cama que ha enfrentado tres trombosis cerebrales y cinco hijos que le esperan en su humilde vivienda en la comunidad Las Calderas, en Baní.

Su nuevo reto talvez es el más difícil: la crianza de una pequeña, la hija de Ana María, cuyo futuro es incierto, según le han advertido los especialistas, debido a las condiciones de su estado genético y mental.

Con un ingreso de apenas de RD$8 mil provenientes de una pensión y un esposo aquejado de problemas renales que lo inhabilitan para trabajar, a Ana Ramona solo le queda esperar que las cosas mejoren por un golpe de suerte o por una alma caritativa que se apiade de su situación.

“Yo digo ahora que estoy parida de mellizas”, expresa para ilustrar que su nueva nieta y su hija Ana María dependen totalmente de ella.

“Mi esposo es pensionado de la Marina y lo que él gana no es suficiente para nosotros, y tenemos niños en la escuela que tienen que trasladarse lejos. Vivimos en un lugar donde hay que pagar mucho pasaje y nosotros no podemos”, explica.

“Yo vine sin ni siquiera una mediecita para esta bebé, porque no tenemos las condiciones económicas para costearle nada y allá en la maternidad me dieron una canastilla, pero esas canastillas no traen gran cosa. Aquí donde estoy hay un saloncito y la muchacha que lo atiende le iba diciendo a la gente y ellos traían cosas como la ropita, vestiditos y sabanitas. Así preparé algunas cositas para cuando la niña naciera”, detalla.

Sobre las condiciones físicas de la niña, los médicos le dicen que está bien. Ana Ramona está a la espera de los resultados de unas pruebas para determinar si la bebé padece complicaciones congénitas.

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