La Verdad

jueves, 9 de julio de 2009

Honduras: Zelaya y Micheletti se ven las caras en Costa Rica

El primer encuentro entre el gobernante de facto Roberto Micheletti, que hace diez días tomó el poder en Honduras, y el presidente derrocado, Manuel Zelaya, estaba programado este jueves en San José en un clima de tensión y acusaciones cruzadas.

La reunión, promovida por la jefa de la diplomacia estadounidense, Hillary Clinton, se iniciará por la tarde en la residencia privada del presidente costarricense Oscar Arias, que ejerce de mediador.

Micheletti tenía previsto llegar en la mañana de este jueves a la capital costarricense usando una ruta alternativa después de que las autoridades nicaragüenses, fieles a Zelaya, le prohibieran surcar su espacio aéreo para llegar a San José.

En cambio, Zelaya, que cenó con Arias, llegó a San José el miércoles al final de la tarde.

Si bien es un logro que ambos rivales se sienten en torno a la misma mesa después de semana y media de una crisis sin precedentes en la joven democracia hondureña, tanto Zelaya como Micheletti no parecen dispuestos a transigir sobre el único punto en juego: la presidencia de Honduras.

A su llegada a San José, el presidente constitucional, que rechazó dormir en un hotel de la capital porque la suite presidencial no estaba libre, exigió "su restitución inmediata" en la presidencia hondureña, un reclamo avalado por la comunidad internacional en su conjunto.

"Espero que en las próximas 24 horas tengamos una respuesta muy clara de la contraparte golpista (...) para ver cómo están planificando su salida" del gobierno hondureño, explicó Zelaya a su llegada a San José.

"Eso es como que a usted lo inviten a dialogar con un criminal que le violó a su familia y que diga que usted va a aceptar condiciones por esa violación", agregó, explicando su voluntad de no negociar.

Micheletti también avisó de que viene a Costa Rica a "dialogar y no a negociar" el retorno de Zelaya al poder, del que le expulsaron los militares abruptamente el domingo 28 al alba.

El nuevo presidente de facto, que cuenta con el apoyo en Tegucigalpa del resto de los poderes del Estado, de los militares y de buena parte de la población, asegura que se trató de una "sucesión constitucional" para evitar que Zelaya, que ese día había convocado una consulta popular, declarada ilegal por la justicia, se perpetuara en el poder.

Arias, por su parte, un experto mediador como demostró en la década de los 80 al contribuir a la pacificación de Centroamérica, ha dicho que espera lograr un acuerdo satisfactorio en las negociaciones, que se prolongarán, en principio hasta el viernes.

"Lo que quiero es ayudar a resolver este problema porque el pueblo hondureño no se merece que haya más sangre derramada y no quiero ver morir a más gente inocente en las calles de Tegucigalpa", dijo Arias, en referencia a los dos jóvenes muertos en las manifestaciones del domingo en Tegucigalpa, poco antes de que el ejército abortara el intento de regreso de Zelaya al país.

Dado el enrocamiento de los dos protagonistas del conflicto, Arias necesitará grandes dosis de equilibrista y diplomacia para encontrar una salida a este conflicto, que podría pasar por adelantar las elecciones hondureñas, fijadas para el 29 de noviembre.

Desde Estados Unidos hasta Europa, pasando por América Latina y Naciones Unidas, la comunidad ha cerrado filas en torno a Zelaya, en particular sus socios de la Alianza Bolivariana de las Américas (ALBA), con el presidente venezolano Hugo Chávez a la cabeza, quien ha advertido que hará todo lo que esté a su alcance para "derrocar a los golpistas".

La Organización de Estados Americanos (OEA) suspendió el pasado sábado a Honduras por violar la carta democrática, y los donantes, con Estados Unidos a la cabeza, han empezado a cortar el grifo de las ayudas al país.

Eso y un eventual embargo comercial podría hacer a las nuevas autoridades, y en particular a los empresarios que las apoyan, claudicar.

De todas maneras, aunque si Zelaya regresara a la presidencia, los seis meses que le quedan para concluir la legislatura serán muy diferentes a los tres años y medio anteriores, en que llevó al país a una polarización sin precedentes y a una de las peores crisis en casi tres décadas de democracia.

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