La Verdad

martes, 24 de febrero de 2009

Secuelas de una tragedia en san Cristóbal

Por Manuel Frontán
SAN CRISTÓBAL, República Dominicana.- La intensidad de las llamas todavía está reflejada en su cuerpo. Lucinda Valentín Romero fue sorprendida por el devastador incendio que el pasado 30 de diciembre fustigó su vida y la de su familia.

“Nosotros íbamos a salir y eran como las seis de la mañana, le dije al esposo mío hay un escape de gas, pero no le dimos mente a eso, se fue la luz, prendí un fósforo y explotó todo”, recuerda Lucinda.

Tratar de encender una vela porque la casa estaba a oscuras terminó en una verdadera tragedia. “Yo que caí al suelo y empecé a gritar que me saquen de aquí que yo no quiero morir, que todavía yo quería vivir, y grité muchas cosas, mi esposo salió, sacaron mis hijos y la última fui yo, pero se quemó todo”, dice.

Siempre estuvo conciente de que el incesante fuego destruiría todas sus propiedades, pero nunca imaginó que las llamas le habían ganado la batalla a su cónyuge. “Cuando el doctor me lo dijo mi corazón mira, me hizo duro por dentro, yo hasta me puse sorda, pero Dios me está dando las fuerzas hasta ahora para sobrevivir”.

Su esposo Juan Abas Lorenzo murió al instante, pero no fue hasta un mes después cuando se enteró, ya que los médicos prefirieron postergar la noticia por la gravedad en que se encontraba.

En casi 20 años de matrimonio procrearon cuatro hijos, Joel, el mayor, era el único que no estaba en casa cuando ocurrió el incendio, se había ido a pasar las navidades con sus abuelos.

Pero Isaías de 14 años no tuvo la misma suerte y no logra olvidar aquel día.

Ezequiel, quien a pesar de las quemaduras en su cuerpo no se olvida de ser niño, se enteró del fallecimiento de su padre al salir del hospital infantil Robert Reid Cabral.

Y es que Juan era muy cariñoso con sus hijos, en especial con Esther.

“Donde quiera que ellos estaban Iván juntos, es que al ahora el llegaba era ese amor y salían por ahí ellas embalaban detrás de él”, dice.

Fue precisamente lo que ocurrió el día de la tragedia, la niña de ocho años no quiso separarse de su padre, el cuerpecito de Esther quedó completamente calcinado

“Señor, tú me diste, era una sola, pero si tú decidiste llevártela yo no puedo hacer nada”, dice Lucinda.

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