La Verdad

lunes, 13 de octubre de 2008

Historia de amor surgida en el holocausto se convierte en cuento para niños


MIAMI, EEUU.- Todo empezó con un muchacho, una niña y una manzana. El era un adolescente en un campo de concentración nazi. Ella era un poco menor y vivía libremente en un pueblito vecino, en el que su familia se hacía pasar por cristiana. Sus miradas se cruzaron a través de un alambre de púas y ella se preguntó si podría hacer algo por este joven apuesto.

Llevaba manzanas en ese momento y decidió tirarle una sobre el alambrado. Él la atrapó y regresó corriendo a la habitación. Así empezó la historia.

Según relatan, volvieron a verse al día siguiente y ella le tiró otra manzana. Lo mismo al otro día y por varios meses. Ella tiraba, el atrapaba y los dos salían corriendo.

Jamás se dijeron sus nombres. De hecho, no intercambiaron una sola palabra, temerosos de que los viese un guardia. Hasta que un día él se acercó al alambrado y le dijo que no volvería.

"¿No te volveré a ver?", le preguntó ella. "No, no vuelvas", respondió él.

Esa relación inocente había llegado a su fin. O por lo menos eso es lo que creyeron ambos.

La familia de Herman Rosenblat había sido obligada a vivir en un gueto. Su padre contrajo tifus. Lograron llevar a un médico a escondidas, pero era demasiado tarde. El hombre sabía que moriría. Llamó a su hijo menor y le dijo: "Si sales con vida de esta guerra, no guardes rencores y sé tolerante con todos", recuerda Rosenblat.

Dos días después, el padre falleció. Herman tenía 12 años.

La familia se trasladó nuevamente, esta vez a un gueto en el que él compartía una habitación con su madre, tres hermanos, un tío, una tía y cuatro primos. Los cuatro hermanos consiguieron permisos de trabajo y él obtuvo empleo en una fábrica, pintando camillas para los alemanes.

El gueto fue finalmente cerrado y la gente sacada de allí. Se formaron dos colas: en una estaban quienes tenían permisos de trabajo y a ella fueron a parar Rosenblat y sus hermanos, mientras que a la otra iban todos los demás, incluida la madre de los chicos.

Rosenblat corrió junto a su madre y le dijo entre lágrimas, "quiero irme contigo". Ella le habló duro y uno de sus hermanos lo arrastró hasta la otra cola. Quedó destrozado anímicamente.

"Estaba deshecho", relata Rosenblat. Fue la última vez que vio a su madre.

Rosenblat y la niña que él posteriormente describiría como su ángel se conocieron en Schlieben, Alemania. Roma Radziki trabajaba en una granja vecina y el muchacho del otro lado del alambre le llamó la atención. El llevarle algo de comida, generalmente manzanas, aunque también pan, pasó a ser parte de su rutina diaria.

"Todos los días", relata la mujer. "Iba todos los días".

Rosenblat dice que comía las manzanas a escondidas y nunca se lo comentó a nadie por temor a que se corriese la voz y lo castigasen, o incluso lo matasen. Cuando se enteró de que lo trasladarían otra vez, ahora a Theresienstadt, en lo que es hoy la República Checa, le dijo a la niña que no volvería.

Al poco tiempo, los rusos llegaron con un tanque y liberaron a los prisioneros del campo de concentración donde estaba Rosenblat. Se había acabado la guerra. La niña fue a Israel y estudió enfermería. El fue a Londres y estudió para electricista.

El ritual diario se borró de sus mentes. "Lo olvidé", dice ella. "Yo también me olvidé de ella", asegura él.

Rosenblat terminó instalándose en Nueva York, donde puso un negocio de reparación de televisores. Un domingo recibió una llamada telefónica de un amigo que le dijo que quería presentarle una muchacha. Rosenblat no se entusiasmó demasiado con la idea. No le gustaban ese tipo de citas con desconocidas. Y no sabía qué aspecto tenía la mujer. Pero finalmente aceptó.

Las cosas salieron bastante bien. Ella era polaca y agradable. En determinado momento, comenzaron a hablar de sus experiencias durante la guerra. Rosenblat le contó todos los campos de concentración en los que había estado. A Radziki se le puso la piel de gallina. Ella también había estado en Schlieben, escondiéndose de los nazis.

Le dijo que durante un tiempo se encontraba con un chico y le daba manzanas, y que el muchacho había sido trasladado a otro sitio. Lo que le respondió él cambió sus vidas: "Ese niño era yo".

Rosenblat supo de inmediato que jamás volvería a alejarse de esta mujer. Le propuso matrimonio esa misma noche. Ella pensó que estaba loco. Pero dos meses después aceptó.

Se casaron en 1958, en una sinagoga del Bronx, una década después de que pensaron que habían sido separados para siempre.

Esta historia es tan conmovedora que parece difícil de creer. Rosenblat insiste en que es todo cierto.

Incluso después de comprometidos, casi no comentaron el tema. Se lo contaban solo a los más allegados. Herman dice que no le gustaba hablar de un momento de su vida que prefería olvidar. A la larga, no obstante, sintió la necesidad de contar su historia.

La saga inspiró un libro para niños, "Angel Girl" (La niña angelical), y se está hablando de hacer una película, "The Flower of the Fence" (La flor de la valla). Herman espera publicar sus memorias el año que viene.

Michael Berenbaum, autor de una docena de libros sobre el Holocausto, dice que leyó las memorias de Rosenblatt y que no tiene razón alguna para dudar de lo que relata. "Es verosímil. Pasaron cosas mucho más descabelladas", expresó.

Herman tiene hoy 79 años y Roma 76. Hace poco festejaron su bodas de oro. El a menudo cuenta su historia en reuniones de judíos y en otros encuentros. Dice que la lección más importante que aprendió es la que le enseñó su padre.

"No hay que odiar, sino amar al prójimo. Ese es el tema de mis charlas", señaló. "No ser rencoroso sino tolerante de todo el mundo, querer a la gente y tolerarla, sin importar quiénes son ni lo que han hecho".

La furia por lo sucedido en los campos de concentración ya ha desaparecido, dijo Herman. Perdonó a sus enemigos y llenó su vida de amor.

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1 comentarios:

A las 13 de octubre de 2008, 23:37 , Blogger DANIELBLOOM ha dicho...

Submitted by: Ross Slatkin
10/13/2008 9:06:41 PM PT
Location: Boston
Occupation: Editor

Hello Allen Bean

I share the same skepticism as you. Based on my research and that of others, there is no reason to question the fact that Herman was held in Nazi camps and that Roma was posing as a Christian in a village. I don't doubt at all that an apple was passed once or more, or that they met by chance years later. But they may have exaggerated the fact that they managed to toss an apple every single day for months. I think there is no way to verify it was true, but maybe I am making too much of my skepticism. So I hope you're wrong and that no one sees any reason to doubt them.
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Submitted by: Allen Bean (sharpcool888@gmail.com)
10/13/2008 8:54:00 PM PT
Location: NYC
Occupation: Reporter

from AP report on Oct. 13, 2008 the AP reporter even asks this: "It all seems too remarkable to be believed. Rosenblat insists it is all true." WHY THE WORD INSISTS HERE? Michael Berenbaum, a distinguished Holocaust scholar who has authored a dozen books, has read Rosenblatt's memoir and sees no reason to question it. [BUT JUST TALKING ABOUT QUESTIONING IT MEANS SOME PEOPLE ARE QUESTIONING IT....] "I wasn't born then so I can't say I was an eyewitness. But it's credible," Berenbaum said. "Crazier things have happened."
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Submitted by: Allen Bean (sharpcool888@gmail.com)
10/13/2008 8:50:54 PM PT
Location: New York
Occupation: journalist

What if this "story", the backstory, turns out to be a fib? Remember those other Holocause stories that later turned out to be pure fiction? And also got made into movies? Some reporter should check into this to see if indeed the Rosenblats, who seem like a lovely living couple, have indeed told the truth about how they met. I hope it's a true story. But I smell something fishy here. Some reporter should check.

 

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